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lunes, 28 de junio de 2010

Turismo de Altercado

Hace tiempo, un turista era simplemente alguien, habitualmente con posibles, que se movía de un sitio para otro con el objetivo de ver mundo. La propia palabra implica de alguna forma el movimiento en grupo, los tours organizados.


(Foto de los recientes incidentes durante el G20 en Toronto, extraída de la web www.larazon.es).

Porque antes de que se inventase la, de alguna forma, peyorativa palabra turista, se utilizaba otra mucho más noble: Viajero. Marco Polo, Livingstone, Hemingway, fueron viajeros. El resto nunca hemos pasado de ser simples turistas.

Con la expansión del turismo, hubo que ponerle apellidos, para clasificarlos según sus intereses, y poder ofrecer a cada uno lo suyo. Empezó a resultar sospechoso lo de viajar de un sitio a otro sólo por conocer mundo. Los responsables de desarrollar el turismo entrante en cualquier parte del mundo se inventaron el turismo de Sol y Playa (típico de la España desarrollista de los 60 y 70; o de la mayoría de países del Caribe hoy mismo) que consiste en comer, beber y pasarse el resto tumbadoa la bartola, o el turismo cultural (comer y beber, visitando de vez en cuando algún Museo o piedra vieja), o el turismo deportivo (comer y beber, y echarse un partidito de golf a la hora de la fresca), o el turismo de espectáculo (beber y comer, y asistir a Wimbledon, o a la Ópera de Viena).

Entidades o personas alternativas se inventaron otras modalidades menos presentables, como el turismo cinegético (beber y comer, y matar algún gamusino en el único sitio donde todavía queda alguno vivo en libertad vigilada), o, desde luego, el reprobable turismo sexual (beber y comer, y mantener algún intercambio sexual -habitualmente no consentido o incluso forzado por terceros-, que sería delito en su lugar de origen).

Resumiendo, el turismo tiene dos vectores clave: el gasto (porque el turista está alejado de la nevera de su casa y de su propia cama, y necesita suplirlos a base de regar dinerillos por todas partes), y un cierto sentido de aventura, de hacer (o ver) algo de lo que (al menos eso cree) no dispone en su lugar de residencia.

El turista es alguien que sale de su casa hacia otro lugar, va con el monedero suelto, y está ávido de experiencias que vivir, para poder contar luego a los que no tuvieron la suerte de estar allí.

Recientemente se ha inaugurado una nueva modalidad de turismo: el Turismo de Altercado. Se trata de movilizar masas de personas que se autoasumen como antisistema, e intentar boicotear cualquier cumbre internacional que suene, aunque sea de lejos, a capitalismo explotador. Hay que montar violencia callejera que resulte lo más mediática posible, y que incluya incendios de bienes públicos (papeleras, contenedores, mobiliario urbano de todo tipo, coches de la Policía, etc.). El éxito se mide por la cobertura que se consiga en la prensa internacional, y en la sangre (venial) que se derrame por culpa de la violencia policial.

Supongo que en los circuitos especializados en el reclutamiento de este tipo de turistas se manejarán propuestas de aventura relacionadas con la extraordinaria capacidad disolutoria de la Policía Local del lugar del evento, de la utilización habitual de bombas de humo, gases lacrimógenos, mangueras de agua a presión, o, en su caso, estampidas de elefantes como argumentos policiales para la disolución de manifestantes indeseables.

Parece que se trata de un fenómeno imparable, pero su balance económico, por el momento, es claramente negativo. Según se dice, el coste de la seguridad de la cumbre del G20 celebrada estos días en Toronto puede ser del orden de los 800 Millones de Euros. Sin duda bastante más de lo que pueda haber generado el sector del Turismo del Altercado para este evento.

La táctica de tocar los huevos a la Policía como generadora de adrenalina para los encefalogramas planos es muy antigua. Muchas de las movilizaciones estudiantiles y universitarias de los años 60, 70, 80 tenían este objetivo principal. No descarto la presencia de algunos idealistas convencidos, pero el propio concepto de antisistema me resulta contradictorio en sí mismo. Porque no podría sobrevivir sin el Sistema.

Este tipo de movimientos, como los okupas y otros, son válvulas de escape que genera (si no directamente crea) el propio Sistema para canalizar el desacuerdo y la rabia por caminos previsibles (y por tanto más fácilmente reprimibles). Quizá sea mejor tener sus propias cuotas de antisistema (o de hinchas fanáticos del fútbol) para limitar el número de delincuentes imprevisibles, mucho más difíciles de controlar.

Creo que deberíamos adoptar una aproximación, si bien cínica, mucho más provechosa para todos. Igual que se convocan otro tipo de actos, podrían convocarse las algaradas callejeras, en condiciones controladas. Para la adrenalina, se facilitarán esos coches de policía que iban al desguace, y el mobiliario urbano que ya se ha decidido sustituir. A cambio, se garantiza un poco de pupita (sin pasarse), a uno de cada diez turistas, y una noche de calabozo para uno de cada cien. Además, se utilizarán gases lacrimógenos de última generación, con garantía de no tener efectos permanentes.

El coste de esta iniciativa podría ser limitada, y mantener una balanza de ingresos/gastos que fuera positiva para el sector.

Y, lo que es más importante, los altercados se producirán de 10 á 12. Después, todo el mundo a comer y a beber. O a lo que sea.

JMBA

2 comentarios:

  1. Una mirada irónica al asunto, desde luego. También habría que contar con el punto de vista del que va allí a protestar: por qué lo hace, qué le mueve, qué historia personal tiene, en qué cree... Muchos (me incluyo a mi mismo, para mi vergüenza), vemos el mundo a través de un cristal, quejándonos amargamente, pero sin levantarnos de la poltrona y ponernos en acción. Algunos (una minoría), tienen más huevos que yo, les importa realmente los problemas, y se lanzan a protestar. Mi respeto para ellos, y también por tu punto de vista.

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  2. Por supuesto, el respeto a todos vaya por delante. Pero también una invitación a reflexionar sobre quién les manipula de verdad.

    Porque el Antisistema es un Sistema Alternativo.

    Sólo hace falta recordar la escena de Bananas donde el revolucionario (alter ego de Fidel Castro) llega a presidente y quiere proclamar el sueco como idioma oficial del país.

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